Filosofa, ingeniero. Información vs. Conocimiento

Javier Jurado

Artículo publicado en la revista BIT del COIT en el número 166, enero de 2008

La Sociedad de la Información o la Sociedad del Conocimiento. Afinar los conceptos, herramientas de trabajo, nos permite avanzar en la comprensión de la realidad a la que nos enfrentamos y responder a lo que se nos demanda a esta altura de los tiempos.

En su revisión europea de la noción de Sociedad de la Información allá por 2002, el Informe de GRETEL sobre La Europa del Conocimiento realizaba una interesante consideración de lo que se ha venido entendiendo por conocimiento. Indicaba ya desde un comienzo que el conocimiento es una aptitud para obtener una idea de las cosas y de la naturaleza, y que es preciso establecer una metodología – camino hacia la verdad – para garantizar que sea cierta dicha idea. La historia de este concepto resultaba relevante, especialmente tras las nuevas concepciones de la Ciencia que en el siglo XX (Popper, Khun, Feyerabend, Lakatos…) han modificado la perspectiva desde la que se aborda el conocimiento, y por tanto su posible definición.

La razón por la que un informe que se dispone a hablar de la Sociedad de la Información comience haciendo este tipo de análisis etimológico ahondando con cierta profundidad en cuestiones filosóficas se debe, entre otras cosas, a un intento por definir las características de lo que hoy constituye el auténtico valor de la economía emergente. Y de ahí surge el debate, actual y necesario, entre llamar a esta la Sociedad de la Información o la del Conocimiento. El tipo de semejanza y diferencia, relación al fin y al cabo, entre información y conocimiento resulta crucial en un intento por conceptualizar correctamente la sociedad en la que vivimos – y puede formar parte de la demanda de los tiempos que nos corresponde atender. En este sentido, hace ya un año reconocía en las páginas de esta misma revista que me resultan un poco cojas las definiciones de la sociedad actual como la del Conocimiento. Pero repasemos algo más la aportación del informe y esbocemos la dialéctica planteada y el debate al respecto.

GRETEL considera en este sentido que es posible acercarse a la verdad por aproximaciones sucesivas cambiantes e influidas por la información como parte quizá la más inicial y grosera, pero también la más imprescindible del conocimiento. De esta forma, el informe recuerda aquella afirmación de Wittgenstein en su obra principal acerca de que el conocimiento es información más reglas (C=I+R). Para concluir con su planteamiento inicial, el citado informe recurre a la analogía entre renta y riqueza, aduciendo que la información es un flujo entre actores – renta – mientras que el conocimiento es un estado más elaborado y finalista – que constituiría la riqueza. La información nutre así al conocimiento.

La producción de la renta, o de la información, parecieron no decirle mucho a Machlup cuando prefirió orientar su estudio en la producción de conocimiento, como auténtica riqueza y gozne sobre el que se articulaba la sociedad que veía emerger. Muchos años después, la distinción entre conocimiento e información que haría el Banco Mundial permitiría concentrar la importancia del conocimiento como auténtica luz de la economía, y reconocer sin embargo que además de los conocimientos técnicos, los conocimientos prácticos sobre atributos constituyen para los países en desarrollo auténticos problemas de información. Sobre estos problemas se focalizaría de forma prioritaria el estudio global de la UNESCO, antes que sobre los del conocimiento. Sin embargo, la economía clásica ya había fraguado una trayectoria en el estudio del conocimiento como auténtico centro de la naturaleza del poder [Barnes], aunque en relación permanente y hasta cierto punto difusa con la información.

H. Simon

La teoría económica actual, recuerda el informe, precisamente analiza las limitaciones de la racionalidad (bounded rationality – racionalidad acotada – en H. Simon, Hargreaves, Ariel Rubinstein…) debidas a limitaciones de información. El conocimiento queda así reflejado como información combinada con experiencia, contexto y reflexión, y su definición se distingue en sucesivos y cada vez más amplios estudios de la competencia, el talento, la tecnología o la innovación, y cuyas formas se explican en función del tipo de codificación de la información bruta.

Es indudable que el conocimiento estanco es precisamente el auténtico motor de la riqueza, porque sólo él es capaz de contener la verdad última de las cosas y permitir intervenir sobre ellas con conocimiento de causa para que funcionen de la mejor manera posible, obteniendo valores y saltos cualitativos en la historia humana. Pero el conocimiento como estado, que sólo es estanco porque se encarna, porque vive en las personas, perece con su continente, y resulta carente de sentido y de futuro si no se traduce en información, expresión exterior e intercambiable, que sufre inevitablemente las inclemencias externas de estar sujeta a una representación, una interpretación, un entendimiento…

El conocimiento se traduce así en información para ser intercambiada. Y de eso abunda nuestra cotidianeidad, como ya advertía Lyotard: «Es razonable pensar que la multiplicación de las máquinas de información afecta y afectará a la circulación de los conocimientos […] En esta transformación general, la naturaleza del saber no queda intacta. No puede pasar por los nuevos canales, y convertirse en operativa, a no ser que el conocimiento pueda ser traducido en cantidades de información».

La proliferación de la tecnología, respaldada por la presencia anterior de personas dedicadas cada vez en mayor número a la gestión de conocimiento como demanda constituida e impulsora de los nuevos desarrollos tecnológicos, permite así que circulen vastas cantidades de información, en el intento de transmitir y compartir el conocimiento.

A estos efectos, la comparación entre renta y riqueza puede haberse quedado algo pobre, puesto que la renta no requiere de capacidades adicionales que la transformen en riqueza, sino de un juego de reglas de estabilidad que la acumulen. La información, sin embargo, requiere de un tratamiento inicial del conocimiento para poder ser digna – pero siempre mediocre – representante del mismo; y posteriormente requiere de otro tratamiento para poder ser destilada y volverse así capaz de nutrir efectivamente conocimientos útiles y reales – de ello opinaba cuando en su día requería aquello de desbrozar en la SI.

La llamada Sociedad del Conocimiento reconoce que el conocimiento es el auténtico núcleo de su capacidad para crear desarrollo, prosperidad y riqueza; sin embargo obvia la limitada forma en que efectivamente se manifiesta y con la que parece ser más consecuente una Sociedad de la Información que, como concepto, refleja el explosivo y masivo intercambio de información bruta por todas sus infraestructuras TIC, tan abultada y acumulada que puede llegar a ser asfixiante, y volverse una auténtica plaga. Ya lo expresaba Vannevar Bush: «logros verdaderamente significativos se pierden entre el maremagnum de lo carente de interés».

Esta parece ser la auténtica manifestación de la sociedad en la que nos desarrollamos y en cuyo contexto es donde es preciso trillar dicha información para obtener conocimiento. Lamo de Espinosa reconoce en parte esto, aunque sostiene y matiza la aproximación que veníamos recogiendo advirtiendo el papel que el abaratamiento de la información juega con respecto al conocimiento:

«A medida que la información vale menos y su acceso se democratiza el valor del conocimiento crece. Por ello las nuestras son, y de modo creciente, sociedades del conocimiento y no tanto de la información. La sociedad industrial pudo avanzar a lomos de fuentes de energía baratas (desde la máquina de vapor al motor de combustión), pero justamente por eso no la llamamos “sociedades de energía”, sino sociedades de aquello que la energía hizo posible: la industria, la fábrica. El abaratamiento de la información lo que abre es la posibilidad de una nueva fábrica, las knowledge factories (cómo llamó a las Universidades Clark Kerr), las fábricas del conocimiento, disponible para quien pueda usar de esa nueva energía que es la información.»

Nuestra perspectiva sin embargo considera a la Sociedad del Conocimiento como un concepto válido como intuición desiderativa, horizonte al que tender, reconocimiento implícito del núcleo motor. Sin embargo, la Sociedad de la Información es un concepto más conforme con la realidad, dentro de su intangibilidad natural, más palpable. Reorientando el ejemplo de Lamo de Espinosa, la Sociedad Industrial se caracterizaba por la aparición de las industrias, el surgimiento de productos fabricados, la creación de nuevos colectivos sociales dedicados a su operación y trabajo… y sin embargo eran producto de una aplicación sistemática de la revolución científica ulterior. La revolución científica y su aplicación técnica subyacían a tanto desarrollo industrial. En nuestro caso, el conocimiento – del mismo cariz que el que provocó la revolución científica – subyace a la dinámica social actual, pero es la información la que se manifiesta abultadamente y da razón de su denominación bajo nuestra perspectiva.

El debate, en cualquier caso, sigue tan interesante como abierto.

Puntos de apoyo

Machlup F. «The production and distribution of knowledge in the United States»

Barnes, B. «The nature of power»

Jean-François Lyotard. «La condición postmoderna. Informe sobre el saber»

E. Lamo de Espinosa. «La  Sociedad del Conocimiento. El Orden Del Cambio»

2 comentarios en “Filosofa, ingeniero. Información vs. Conocimiento

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